jueves, 30 de mayo de 2013

¿Qué pasó ayer? Parte III (The Hangover: Part III)

Año: 2013.
Género: Comedia.
País: Estados Unidos.
Duración: 100 minutos.
Dirección: Todd Phillips.
Intérpretes:Bradley Cooper, Ed Helms, Zack Galifianakis, Justin Bartha, Ken Jeong, John Goodman, Melissa McCarthy.

"Han pasado dos años. Phil, Stu y Doug viven vidas felices y sin incidentes. Se han removido tatuajes y han purgado expedientes. Lo último que supieron del imán para desastres, Leslie Chow, es que había sido encarcelado en una prisión tailandesa. El único miembro del grupo que no se encuentra contento es Alan. Todavía sin encontrar un rumbo en la vida, la oveja negra del grupo ha dejado sus medicinas y cedido a sus impulsos naturales en grande –lo que, para Alan, significa una falta de límites, de filtros y de juicio– hasta que una crisis personal lo obliga a, por fin, buscar la ayuda que necesita. ¿Y quién mejor que sus tres mejores amigos para asegurarse de que tome el primer paso? Esta vez, no hay despedida de solteros. No hay boda. ¿Qué podría salir mal? Pero cuando el grupo sale a la calle, se cierran todas las apuestas."

Defititivamente, The Hangover: Part III es muy diferente a sus antecesoras. Por un lado, no ostenta con soltura el título que la hace digna de la saga - no hay borrachera ni drogas de por medio esta vez - y, por el otro, no alcanza las cotas de gracia de la primera ni toca fondo como la segunda. Es un híbrido extraño entre comedia negra y una película de gángsters modernos, que se aleja bastante de los parámetros histriónicos y zarpados que se establecieron como moneda corriente anteriormente.
No se si sea generalización propia, pero los personajes de Zack Galifianakis y Ken Jeong son dos sujetos insoportables en dosis separadas, pero juntos hacen un combo suicida imposible. Mas allá de que se encasillen en los mismos papeles una y otra vez, y muy a mi pesar, son los dos motores de esta entrega. El papel de Jeong está extendido y es una parte vital de la historia, que se acopla al propósito de La Manada de enrumbar la vida de Alan, el estrepitoso y vulgar gordito que de cariñoso no tiene nada y es egoísta, idiota y extremadamente peligroso. El as bajo la manga que resulta el mafioso encarnado por John Goodman intenta agregar de manera infructuosa un poco de suspenso y apuestas para el grupo de amigos que deberá recuperar dinero robado por el asiático antes de que uno de ellos sufra una muerte temprana.

 No causa gracia ya que Stu grite su muletilla What the fuck is going on? por enésima vez, no causan gracia los mañierismos de Chow ni su irreverencia, no causan gracia las actitudes de Alan para con la vida, metiéndo una y otra vez a sus amigos en problemas por su total carencia de sentido común. Pero eso es exactamente lo que hace que Hangover sea Hangover, las estupideces de este duo de imbéciles que son un imán de mala suerte y generan situaciones que van empujando la trama de a poco. Estamos frente a una secuela diferente, que juega sus cartas en un intento de ser novedosa y apenas sale airosa. No sólo por tener un par de cameos de personajes de anteriores aventuras y el mentado regreso a Las Vegas signifique que todo cierre con moño dorado una saga que fue debilitándose poco a poco.

¿Ya dije que no soporto a Galifianakis? Vuelvo a repetirlo, me parece una persona imbancable, pero su personaje sirve, funciona a la trama, y hay que ir con la corriente en este sentido. Jeong es harina del mismo costal, impresentable, no genera risas su papel, y la extensión de su participación me resulta francamente preocupante. Bradley Cooper y Ed Helms, cuyas popularidades dispararon con el film de 2009, vuelven a repetir sus posiciones de mentes pensantes del asunto, mientras que Justin Bartha queda relegado una vez más de la acción principal. Y si de acción estamos hablando, el director Todd Phillips tiene una carrera más que potable en el cine de suspenso, porque la infiltración al penthouse del Caesar's Palace es una escena brillante que se destaca por su tono angustiante.

 The Hangover: Part III es un gran avance frente al mal gusto de su predecesora, pero queda grande ante la original. Entretiene, pero es un giro radical a cómo se mantiene la narrativa de este film. Por supuesto, tiene un golpe final después de los créditos que amerita una secuela. ¿Es necesaria? No lo creo, pero como cierre puntilloso funciona, y nos saca una sonrisa final antes de bajar la cortina.



Calificación: B-

miércoles, 15 de mayo de 2013

El Gran Gatsby (The Great Gatsby)

Año: 2013.
Género: Drama/Romance.
País: Estados Unidos.
Duración: 143 minutos.
Dirección: Baz Luhrmann.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Joel Edgerton, Isla Fisher, Elizabeth Debicki, Jason Clarke, Adelaide Clemens.

" El escritor Nick Carraway  llega a la Ciudad de Nueva York en la primavera de 1922, una época de tambaleante moral, jazz deslumbrante y reyes del contrabando. En busca de su propio sueño americano, Nick se instala junto a un misterioso millonario organizador de fiestas, Jay Gatsby, y al otro lado de la bahía de su prima Daisy y su marido casanova de sangre azul Tom Buchanan. Es así como es introducido al cautivante mundo de los súper ricos, sus ilusiones, amores y engaños. Mientras Nick actúa como testigo, dentro y fuera del mundo que habita, escribe una historia de amor imposible, sueños incorruptibles y tragedia de alto octanaje, y sostiene un espejo hacia nuestra propia época moderna y sus dificultades.

¿Qué mejor candidato que Baz Luhrmann para adaptar los explosivos años '20 que transmitió durante años la prosa de F. Scott Fitzgerald? La idea de glamour inherente a la novela le sentaba de perlas a un director que supo destacar el arte en su filmografía pero, en cierto punto, Luhrmann se perdió a si mismo en la grandeza que resultaba adaptar un ícono de la literatura y The Great Gatsby
es lujo en desmesura pero carente de afecto.

 Así de ambiciosa como se percibe por los avances, detalle clave en toda producción del director australiano, The Great Gatsby es un cuento repleto de fastuosidad, fiestas interminables, amores imposibles, traiciones y, a fin de cuentas, los excesos de la riqueza y la imprudencia propia de la juventud. Los avances técnicos de la época permiten que la acción transcurra en una digitalizada ciudad de Nueva York, brillante y reluciente, donde muy pocas veces hay una inmersión hacia los sectores oscuros y sucios de la urbe. Uno de los puntos claves y el sólo mérito de asistir al cine a ver el despliegue en pantalla grande son las fiestas organizadas dentro del palacete que posee el misterioso Gatsby. Con la ayuda de la banda de sonido a cargo del músico Jay Z, quien logra una conjunción idónea entre sonidos del pasado y actuales, las bacanales derrochan los elevados diseños de vestuario, cinematografía y producción. Aumentadas con la dimensionalidad que otorga el 3D, las reuniones son un punto fuerte, que determinan el telón de fondo para el desarrollo de los personajes.

 Al ritmo de Crazy in Love de Emeli Sandé y A Little Party Never Killed Nobody de Fergie se dejan ver los personajes, conducidos por el Nick Carraway de Tobey Maguire. Nick es el narrador absoluto, contando la trama a través de sus propios flashbacks mientras escribe sus memorias de los años turbulentos que pasó en Nueva York. Carraway es descrito en la novela como una persona cínica y recelosa de los desconocidos, en el film es una criatura inocente que entra en confianza enseguida con su entorno. El carácter y la actitud noble de Maguire lo hacen un candidato ideal para trabajar la idea y el mito de Gatsby como su mano derecha y confidente. El gran playboy americano se encarna en la piel de un Leonardo DiCaprio que nació para este papel. Cada gesto, cada sonrisa, cada frase destilan una clase elevada que otro actor no hubiese podido emular. La delicada Carey Mulligan también parece cortada para la parte de Daisy, una joven que vivió siempre rodeada de dinero y ahora, tras la reaparición de su viejo amor, ve su mundo trastocado. El trío de Maguire, DiCaprio y Mulligan tiene chispa, y se ve bien acompañado por el férreo Tom Buchanan de Joel Edgerton y las bellezas de Isla Fisher y Elizabeth Debicki.

 Durante la primera hora de metraje, las fiestas y la imagen escondida de Gatsby son un aliciente para mantenerse ocupado desentrañando la figura del millonario. La revelación encantadora de Leonardo, con una copa de champagne en sus manos, trae aparejado un desliz narrativo importante. La historia de amor se deja ver infantil y sencilla, sin muchos matices, aunque ciertos giros en el tercer acto logran retomar esa idea de cinismo egoísta que intenta actuar como moraleja. Como adaptación de la novela, no se le puede buscar peros porque le guión de Luhrmann y Craig Pearce se mantiene fiel al texto de Fitzgerald, incluso transladando pasajes y líneas del libro.


A pesar de ser una novela corta, The Great Gatsby tiene una duración de unos 140 minutos, un tanto excesivo pero a gusto con los anteriores film del director. Las dos horas y media se sienten, pero el esplendor americano se deja ver, así como también una brillante producción y una ferviente caracterización por parte de DiCaprio son los puntos a favor que tiene esta nueva adaptación de un clásico que se deja ver pero que detrás de tanta opulencia no encuentra asidero para contar una historia única e irrepetible.


Calificación: B