Género: Comedia.
País: Estados Unidos.
Duración: 100 minutos.
Dirección: Todd Phillips.
Intérpretes:Bradley Cooper, Ed Helms, Zack Galifianakis, Justin Bartha, Ken Jeong, John Goodman, Melissa McCarthy.
"Han pasado dos años. Phil, Stu y Doug viven vidas felices y sin incidentes. Se han removido tatuajes y han purgado expedientes. Lo último que supieron del imán para desastres, Leslie Chow, es que había sido encarcelado en una prisión tailandesa. El único miembro del grupo que no se encuentra contento es Alan. Todavía sin encontrar un rumbo en la vida, la oveja negra del grupo ha dejado sus medicinas y cedido a sus impulsos naturales en grande –lo que, para Alan, significa una falta de límites, de filtros y de juicio– hasta que una crisis personal lo obliga a, por fin, buscar la ayuda que necesita. ¿Y quién mejor que sus tres mejores amigos para asegurarse de que tome el primer paso? Esta vez, no hay despedida de solteros. No hay boda. ¿Qué podría salir mal? Pero cuando el grupo sale a la calle, se cierran todas las apuestas."
Defititivamente, The Hangover: Part III es muy diferente a sus antecesoras. Por un lado, no ostenta con soltura el título que la hace digna de la saga - no hay borrachera ni drogas de por medio esta vez - y, por el otro, no alcanza las cotas de gracia de la primera ni toca fondo como la segunda. Es un híbrido extraño entre comedia negra y una película de gángsters modernos, que se aleja bastante de los parámetros histriónicos y zarpados que se establecieron como moneda corriente anteriormente.
No se si sea generalización propia, pero los personajes de Zack Galifianakis y Ken Jeong son dos sujetos insoportables en dosis separadas, pero juntos hacen un combo suicida imposible. Mas allá de que se encasillen en los mismos papeles una y otra vez, y muy a mi pesar, son los dos motores de esta entrega. El papel de Jeong está extendido y es una parte vital de la historia, que se acopla al propósito de La Manada de enrumbar la vida de Alan, el estrepitoso y vulgar gordito que de cariñoso no tiene nada y es egoísta, idiota y extremadamente peligroso. El as bajo la manga que resulta el mafioso encarnado por John Goodman intenta agregar de manera infructuosa un poco de suspenso y apuestas para el grupo de amigos que deberá recuperar dinero robado por el asiático antes de que uno de ellos sufra una muerte temprana.
No causa gracia ya que Stu grite su muletilla What the fuck is going on? por enésima vez, no causan gracia los mañierismos de Chow ni su irreverencia, no causan gracia las actitudes de Alan para con la vida, metiéndo una y otra vez a sus amigos en problemas por su total carencia de sentido común. Pero eso es exactamente lo que hace que Hangover sea Hangover, las estupideces de este duo de imbéciles que son un imán de mala suerte y generan situaciones que van empujando la trama de a poco. Estamos frente a una secuela diferente, que juega sus cartas en un intento de ser novedosa y apenas sale airosa. No sólo por tener un par de cameos de personajes de anteriores aventuras y el mentado regreso a Las Vegas signifique que todo cierre con moño dorado una saga que fue debilitándose poco a poco.
¿Ya dije que no soporto a Galifianakis? Vuelvo a repetirlo, me parece una persona imbancable, pero su personaje sirve, funciona a la trama, y hay que ir con la corriente en este sentido. Jeong es harina del mismo costal, impresentable, no genera risas su papel, y la extensión de su participación me resulta francamente preocupante. Bradley Cooper y Ed Helms, cuyas popularidades dispararon con el film de 2009, vuelven a repetir sus posiciones de mentes pensantes del asunto, mientras que Justin Bartha queda relegado una vez más de la acción principal. Y si de acción estamos hablando, el director Todd Phillips tiene una carrera más que potable en el cine de suspenso, porque la infiltración al penthouse del Caesar's Palace es una escena brillante que se destaca por su tono angustiante.
The Hangover: Part III es un gran avance frente al mal gusto de su predecesora, pero queda grande ante la original. Entretiene, pero es un giro radical a cómo se mantiene la narrativa de este film. Por supuesto, tiene un golpe final después de los créditos que amerita una secuela. ¿Es necesaria? No lo creo, pero como cierre puntilloso funciona, y nos saca una sonrisa final antes de bajar la cortina.
Calificación: B-